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mariposaComo terapeutas, como sanadores, somos los que se supone que saben cómo ayudar a la gente, cómo mejorar su bienestar, su calidad de vida. Pero, ¿qué significa realmente ayudar a alguien? ¿Estamos tratando de ayudar a los demás a tener una mejor experiencia? ¿Queremos que sean más felices? ¿Estamos tratando de quitarles su dolor? ¿O estamos simplemente tratando de quitarnos nuestro propio dolor? Quizá al intentar curar a otros, ¿estamos tratando de curarnos a nosotros mismos? Me imagino que estas son las preguntas con las que todo terapeuta honesto, se tropieza. Y no hay respuestas fáciles.

La verdadera terapia es más bien un redescubrimiento: que este “yo” roto, dividido no es quien realmente eres, y que en realidad, no eres un “yo” en absoluto, sino un amplio espacio abierto de conciencia en el que todos los pensamientos, sensaciones, sentimientos, surgen y pasan. No eres una persona separada contemplando el mundo, sino el amplio espacio abierto en el que el mundo aparece y desaparece, un espacio abierto que es, inseparable de ese mundo. Un lugar donde el terapeuta y el cliente son iguales, un espacio abierto, que podríamos llamar amor.

Yo no estoy aquí para curarte. La verdad es que estoy aquí para ir a la aventura contigo. Una aventura conmigo mismo, porque todo es la misma mente. Somos exploradores de la experiencia, buscando curación, para darse cuenta de que esta búsqueda no es necesaria. No la negamos, pero tampoco la alimentamos. No negamos el sueño, pero tampoco estamos aquí para satisfacerlo. Simplemente nos juntamos para ver a través de la “ilusión”.

La curación es el espacio abierto en el que la división dualista del «yo» y el «tú» surge en primer lugar. El terapeuta sabe que la curación ya está presente, antes de que el cliente comience a hablar. No se trata de arreglar al cliente, ni de demostrar tu valía como terapeuta, sino que se trata de bailar con el otro mientras el eterno momento de la curación brilla.

Bailamos, juntos, desde lo que somos en la totalidad.

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